San Miguel de Allende, de la agricultura al turismo

No es sorpresa que los lugares más visitados de México sean bien pueblos mágicos, en su mayoría exponentes de una arquitectura virreinal que ha pasado a formar parte de la imagen de México frente al mundo, o playas, que en un país tropical son tan cálidas y refrescantes como uno esperaría al escuchar la palabra playa. No por ello dejan de ser curiosas las historias de cómo tales lugares llegaron a ser tan visitados como lo son, y especialmente la historia del lugar más visitado de México (Forbes, 2021), la ciudad de San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato, que fue transformada de un pueblo fantasma a una ciudad bohemia gracias a su propia popularidad.

Aunque antes el territorio hoy ocupado por San Miguel de Allende fue llamado Izcuinapan por los indígenas chichimecas antes de la llegada de los españoles, fue el fraile franciscano Juan de San Miguel quien le dio el nombre de San Miguel el Grande en 1542, oficialmente comenzando así su historia como parte de la Nueva España (Gonz). Durante el siglo XVI los ataques de los chichimecas fueron tan frecuentes que la ciudad tuvo que ser trasladada a su ubicación actual (ibid.).

San Miguel alcanzó su esplendor durante el siglo XVIII, del que queda como muestra la arquitectura barroca y neoclásica de los que hoy son sus principales focos de atracción turística: la parroquia de San Miguel Arcángel, el templo de San Francisco, el templo de Nuestra Señora de la Salud, el Santuario de Atotonilco, la Plaza Allende (Secretaría de Cultura).

Tras su esplendor cultural del siglo XVIII, San Miguel se mantuvo económicamente gracias a la actividad agrícola, que sufrió un golpe grave tras la revolución de Independencia de 1810, uno de cuyos héroes insurgentes, Ignacio Allende, daría su nombre más tarde al pueblo. La guerra de Independencia forzó a los campesinos a abandonar sus lugares de residencia en busca de mayor estabilidad, una situación que se acentuó todavía más durante la Revolución de 1910, que debido a la migración forzada estuvo a punto de dejar a San Miguel como un pueblo fantasma (Gonz).

La salvación financiera y demográfica de San Miguel llegó en la forma de la atención que diferentes figuras culturales célebres le dieron al instalarse en la ciudad para fundar centros culturales y educativos. Así, por ejemplo, es que artistas como David Alfaro Siqueiros y José Chávez Morado llegaron en el apogeo de su fama en vida, en la década de los cuarenta, a dar clases en la ciudad, lo que eventualmente atrajo a más figuras culturales que le devolvieron su espíritu a la ciudad como parte de su institución como foco cultural mundial, lo que quedó consignado con su nombramiento en 2008 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y recuerda cuán destacable es que su consolidación como centro turístico llegara a través de la visita de celebridades extranjeras que la vieron como lo que podría llegar y llegó a ser, un punto de encuentro cosmopolita fundado sobre el trabajo campesino y su escena artística y educativa.