La educación es un proceso que se tiende a asociar con la juventud, ya que es durante los años de juventud que las personas muestran mayor aptitud física y mental para aprender habilidades nuevas y los sistemas educativos modernos de todo el mundo contemplan planes de estudio en los que la infancia y la juventud puedan dedicarse al estudio y la formación académica para que, una vez que los individuos alcancen la mediana edad, puedan desarrollarse profesionalmente en trabajos relacionados con esa formación académica y, más tarde, en la adultez, retirarse de las actividades profesionales.
Sin embargo, la educación y el aprendizaje no son procesos limitados a grupos de edad jóvenes, y es cada vez mayor la conciencia de entenderlos como procesos continuos e ininterrumpidos de la vida. Esta toma de conciencia viene acompañada además de estudios recientes en los campos de la psicología y la neurociencia que muestran que, aunque quizá enfrentando retos mayores que a una edad temprana, conocimientos y habilidades nuevas de cualquier tipo pueden todavía ser aprendidos por personas en la vejez, a los 50, 60 o 90 años (García-Bullé, 2019).
El envejecimiento activo, como es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), involucra precisamente el mantenimiento de un estado de bienestar para los adultos mayores no sólo en el campo de lo físico, sino también en el cognitivo (Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, 2019).
Ya que la idea de que los grados de estudio alto son necesarios para obtener abanicos más amplios de oportunidades profesionales es más bien reciente, las generaciones de adultos mayores de hoy constituyen actualmente los grupos de edad en los que las carencias de la formación académica son más evidentes. No sólo el nivel de escolaridad en prácticamente todos los países desarrollados del mundo ha mostrado en décadas recientes una constante alza, como en el caso de México, donde sólo entre 2010 y 2020 la cantidad de años de escolaridad promedio pasó de 8.6 a 9.7 años (INEGI, b); además, entre mayor es el grupo de edad, el nivel de población analfabeta (que no sabe leer ni escribir) sube también, por lo que el 26% de la población analfabeta en el país se encuentra en el grupo de edad de 75 años y más (INEGI, a) y el total de la población analfabeta en México es de casi 4.5 millones de personas (ibid.).
De nuevo, la importancia de insistir sobre una actitud abierta hacia el aprendizaje sin importar la edad, y con particular atención en los grupos de edades avanzadas, reside en el hecho de que mantener una mente activa conforme se envejece es esencial para fortalecer y conservar las habilidades cognitivas y prevenir o retrasar de esa forma, por ejemplo, la aparición de enfermedades relacionadas con la demencia o la pérdida de memoria (Parker-Pope).
Desde aprender a tocar un instrumento o practicar coreografías de baile hasta aprender a leer y escribir, los procesos de aprendizaje son recomendables a cualquier edad y especialmente entre los adultos mayores, que pueden beneficiarse enormemente del acompañamiento y la enseñanza compartida para gozar de una vejez saludable.
Referencias
—García-Bullé, S. (2019, 4 de noviembre). Envejecimiento activo y universidades para mayores. Tecnológico de Monterrey. https://observatorio.tec.mx/edu-news/envejecimiento-activo
—INEGI. (s. f.). Analfabetismo. Cuéntame de México. https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/analfabeta.aspx?tema=P
—INEGI. (s. f.). Escolaridad. Cuéntame de México. https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/escolaridad.aspx?tema=P
—Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores. (2019, 27 de junio). El envejecimiento activo favorece la calidad de vida de las personas adultas mayores. Gobierno de México. https://www.gob.mx/inapam/articulos/el-envejecimiento-activo-favorece-la-calidad-de-vida-de-las-personas-adultas-mayores
—Parker-Pope, T. (s. f.). How to age well. The New York Times. https://www.nytimes.com/guides/well/how-to-age-well