El Grito de Independencia

En el calendario cívico mexicano no existe una fecha tan importante como la del 16 de septiembre, que marca no sólo un día de descanso obligatorio de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo (Forbes, 2022), sino también un recordatorio general de la identidad nacional, donde las personas se toman el tiempo de preparar celebraciones con adornos de los colores de la bandera y platillos típicos mexicanos, y que se presta a empalmarse a eventos no oficiales pero que igualmente dan motivo de celebración del orgullo nacional, como peleas de boxeadores celebrados en el país y conciertos de música regional. Sin embargo, la razón misma de la celebración del 16 de septiembre y de su ritual más emblemático, el grito, remiten a un momento particular de la historia de la relación de México, antes la Nueva España, con el gobierno de la Corona española.

Aunque tradicionalmente suele pensarse que el cura Miguel Hidalgo reunió a los feligreses de su congregación para animarlos a levantarse en armas la madrugada del 16 de septiembre, el consenso general de los historiadores modernos es que debió suceder ya entrada la mañana, una vez que la Conspiración de Querétaro que buscaba formar una junta de gobierno que representara al rey de España Fernando VII, y de la que Hidalgo formaba parte, había sido descubierta (CNN en Español, 2022).

La razón de Hidalgo y el resto de los conspiradores para defender la autoridad española de Fernando VII suele olvidarse por su relación aparentemente indirecta con México. Ya que Fernando VII había llegado al trono español en 1808 y pidió el apoyo de Napoleón Bonaparte, el emperador francés, Bonaparte aprovechó la situación para hacer abdicar a Fernando e imponer como rey de España a su hermano, José Bonaparte. El descontento del pueblo español con el rey francés impuesto, que seguiría peleando por la legitimidad de su poder en España durante varios años, eventualmente cruzó el océano Atlántico y llegó a la Nueva España, donde la gente temía pasar a depender de Francia y no de España.

Aunque no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que Miguel Hidalgo dijo a sus feligreses al dar el grito en su parroquia de Dolores, en Guanajuato, hoy llamada Dolores Hidalgo en su honor, suele asumirse con seguridad que una de las defensas originales del grito fue la de la autoridad de Fernando VII sobre el gobierno ilegítimo de los franceses (CNN en Español, 2022). La trascendencia de esta arenga es tal que en los gritos celebrados en plazas públicas de México año con año y liderados por autoridades locales y federales, suele seguirse un protocolo más o menos definido (Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, 2021) para recordar a los héroes de la patria que comenzaron aquel 16 de septiembre de 1810 la insurgencia que terminaría en 1821 con la declaración de independencia de México frente a España.

Lo cierto es que el llamado al levantamiento armado encabezado por Hidalgo ―que por su biografía fue también controversial en sí mismo― y que terminaría haciendo eco en todo el país no habría sido tan popular de no ser por el descontento generalizado de los habitantes de Nueva España con respecto a la forma en que eran gobernados. Ya fuera por la desconfianza hacia los franceses de quienes simpatizaban con el rey Fernando VII o por la ira y la frustración de los abusos cometidos en suelo novohispano contra las poblaciones de clase baja indígenas y de color, la gran lección del Grito de Dolores es el recordatorio del poder de determinación de los gobernados acerca de la forma en que actúan sus gobernantes, un recordatorio que por suerte suena con fuerza en adornos tricolores, platillos típicos y reuniones populares.