A pesar de que los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaron la superficie de la luna el 20 de julio de 1969, hace más de 50 años, contribuyendo con su viaje perteneciente a las misiones espaciales Apollo de Estados Unidos a cantidades enormes de evidencia procedente de la luna (incluyendo 382 kilogramos de rocas lunares recolectadas para su estudio a lo largo de seis misiones e imágenes de reconocimiento de la superficie lunar capturadas por vehículos exploradores no tripulados; Godwin, 2019), la duda con respecto a si la llegada del hombre a la luna fue auténtica o un montaje del gobierno estadounidense con el objetivo de ganar la guerra propagandística contra la Unión Soviética ―que había logrado antes que Estados Unidos enviar a los primeros mujer y hombre al espacio― ha existido desde mediados de la década de 1970, menos de 10 años después de que Armstrong, al tocar el suelo lunar, pronunciara las famosas palabras «Un paso pequeño para el hombre, un gran salto para la humanidad» («“One small step for man, one giant leap for mankind.” (Neil Armstrong)») en referencia al logro de haber llevado a la humanidad a otro cuerpo celeste.
De entre las variadas razones que han llevado a las personas a lo largo de las últimas cinco décadas a desconfiar de la veracidad de las fotografías del alunizaje y el orgullo con que los esfuerzos por explorar el espacio llevados a cabo por la NASA (la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, por sus siglas en inglés) han sido recordados en películas (como First man ―El primer hombre en la luna―, de 2018, y Apollo 13, de 1995) puede encontrarse una interrogante razonable: ¿por qué no ha habido otra persona en la luna desde hace más de medio siglo, a pesar de los significativos avances tecnológicos con los que, en teoría, sería más sencillo hacerlo que en una época donde aparatos como los televisores todavía eran relativamente nuevos y considerados artículos de lujo?
En este caso, la respuesta no consiste tanto en una desventaja actual con respecto a la tecnología existente en 1969, sino más bien en los costos que una misión logística tan compleja como la construcción de equipo diseñado específicamente para llegar a la luna con personas a bordo significa en la actualidad. A pesar de que la NASA fue fundada en 1958, sólo pudo huber una manera en que pudieron enviar al primer estadounidense al espacio en sólo tres años, en mayo de 1961 (Godwin, 2019): con un gasto enorme de dinero. No sólo se requirieron cerca de 400,000 empleados y contratistas para trabajar en el proyecto Apollo que finalmente llevó a dos hombres a la luna en 1969, sino que, además, entre 1960 y 1973, la NASA invirtió en su programa de misiones Apollo $28 mil millones de dólares, que ajustados por la inflación se convierten en cerca de $288.1 mil millones de dólares, o poco más o menos de $5 billones de pesos (es decir, 5 millones de millones; Harwood, 2019). A mitad de la década de 1960, más del 4% de todo el presupuesto federal de Estados Unidos estaba dedicado a las operaciones de la NASA (Godwin, 2019), lo que las volvía una prioridad de su economía nacional: para ponerlo en perspectiva, ese porcentaje presupuestal fue mayor que el que se invirtió en el Proyecto Manhattan que desarrolló la primera bomba atómica en 1945 (Harwood, 2019).
Este costo monetario, además, no toma en cuenta los riesgos de costos humanos que la NASA tomó. No sólo son conocidas las dificultades que significó traer de regreso a tres astronautas en 1970 durante la misión de Apollo 13 (sólo dos años antes de que los humanos pisaran el suelo lunar por última vez, durante la misión Apollo 17 de 1972; «Why did we stop going to the moon?»), que debía aterrizar en la luna pero tuvo que abortarse debido a una falla en un tanque de oxígeno, sino que además, durante la misión de Apollo 1 en 1967, otros tres astronautas murieron en un incendio durante un entrenamiento.
El riesgo de asumir este tipo de costos monetarios y humanos con el único objetivo de volver a un satélite natural como la luna es difícil de imaginar en la actualidad. Aunque la NASA trabaja actualmente en su programa Artemis, concebido para facilitar en el futuro viajes de la Tierra a la luna y con la esperanza de lanzar su primer viaje redondo en 2024, se calcula que una vez que haya concluido el desarrollo del equipo técnico necesario, se habrán gastado $13.1 billones de dólares (es decir, $226 mil millones de pesos; Jones, 2023).
Aunque es cierto que la necesidad de imponerse ideológicamente sobre un enemigo al otro lado del mundo como la Unión Soviética ya no existe, cabe preguntarse todavía, como el mismo John F. Kennedy llegó a preguntarse tras haberle prometido a los estadounidenses que serían ellos quienes llegarían a la luna primero durante su presidencia, si otras tantas futuras películas sobre la exploración espacial podrían justificar un gasto tan grande, cuyos fondos podrían usarse como inversión en problemas terrestres como la investigación de curas para enfermedades como el sida o el cáncer, planes sociales para equilibrar los niveles desiguales de distribución de la riqueza o erradicar la pobreza.
Referencias
—Godwin, R. (2019, 10 de julio). One giant … lie? Why so many people still believe the moon landings were faked. The Guardian. https://www.theguardian.com/science/2019/jul/10/one-giant-lie-why-so-many-people-still-think-the-moon-landings-were-faked
—Harwood, W. (2019, 16 de julio). Apollo 11: how much did it cost to land astronauts on the moon? CBS News. https://www.cbsnews.com/news/apollo-11-moon-landing-how-much-did-it-cost/
—Jones, A. (2023, 26 de mayo). NASA’s Artemis moon rocket will cost $6 billion more than planned: report. Space.com. https://www.space.com/nasa-sls-megarocket-cost-delays-report
—«One small step for man, one giant leap for mankind.» (Neil Armstrong). (s. f.). Nashville Public Library. https://library.nashville.org/blog/2021/06/one-small-step-man-one-giant-leap-mankind-neil-armstrong
—Why did we stop going to the moon? (s. f.). Royal Museums Greenwich. https://www.rmg.co.uk/stories/topics/why-did-we-stop-going-moon