Aunque México ha tenido instituciones estatales dedicadas a la administración de las fuerzas armadas desde que consiguió su independencia del control político español en el siglo XIX con el fin defender la paz dentro del país en caso de conflictos internacionales y en situaciones internas de emergencia, la participación de los cuerpos de fuerzas armadas mexicanas fuera del territorio nacional podría reducirse a la sola mención de su papel en la Segunda Guerra Mundial, lo que sirve como prueba de la política de neutralidad que ha sido sostenida generalmente por los gobiernos mexicanos con respecto a conflictos armados internacionales a gran escala. Sin embargo, incluso al ser más o menos conocida la participación de México en la Segunda Guerra Mundial por medio del llamado Escuadrón 201, las circunstancias que llevaron a un país inicialmente neutral como México a tomar parte en la guerra pueden ser a menudo pasadas por alto.
Como se dijo, aun al inicio de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de México, encabezado hasta 1940 por el presidente Lázaro Cárdenas, mantuvo una postura de neutralidad, evitando participar en el conflicto en absoluto, como hacía también el resto de los países del continente americano, incluidos los Estados Unidos (Plasencia de la Parra, 2003: 1024). Sin embargo, las campañas de expansión llevadas a cabo por la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Benito Mussolini, que los llevaron a invadir países en África y Europa como Austria, Checoslovaquia, Etiopía y Polonia, sí consiguieron que el gobierno de Cárdenas expresara su desaprobación de las políticas totalitarias e invasivas de las fuerzas del Eje (la alianza formada durante la Segunda Guerra Mundial principalmente por Alemania, Italia y Japón) y de la posición ideológica antisemita de Alemania en particular (op. cit.: 1027; Checa Richards, s. f.: 2). Por su parte, una vez que Alemania invadió Francia y comenzó a prepararse para invadir Inglaterra, el gobierno de Estados Unidos se replanteó su política neutral sobre la guerra, temiendo que en caso de que los países del Eje quisieran atacar los países de América después de su paso por Europa los ejércitos del continente americano no estarían suficientemente preparados para hacerles frente (Plasencia de la Parra, 2003: 1024-1026; Checa Richards, s. f.: 3).
Así, el gobierno de Estados Unidos propuso en julio de 1940 a los países de América Latina la firma de la Convención de Asistencia Recíproca, donde se establecía que cualquier amenaza a un país de América por parte de un poder fuera del continente debería considerarse un acto de agresión contra el resto de los países americanos que ameritaría la intervención de los demás en su defensa (Plasencia de la Parra, 2003: 1026), y el presidente Cárdenas firmó dicha Convención en nombre de México. Estados Unidos se mantuvo fuera de la guerra hasta que Japón lanzó un ataque militar sorpresa sobre la base naval estadounidense de Pearl Harbor en Hawái en diciembre de 1941 (Archivo General de la Nación [AGN], 2022), lo que llevó a Estados Unidos a declarar oficialmente la guerra al Eje de la Alemania nazi, Italia y Japón. Como resultado de esta declaración de guerra, Alemania rompió sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos al cerrar las sedes consulares estadounidenses dentro del territorio alemán. Sin embargo, debido a la cercanía que habían desarrollado Estados Unidos y los países latinoamericanos gracias a la firma de la Convención de Asistencia Recíproca, Alemania decidió cerrar también las embajadas latinoamericanas en su país, incluida la de México (Checa Richards, s. f.: 2-3). Como respuesta, a su vez, México optó por cerrar también las representaciones alemanas en territorio mexicano, lo que marcó la interrupción de las relaciones formales entre la Alemania de Hitler y México, a pesar de no haber entrado todavía en estado de guerra mutua (ib.).
Después del ataque a la base estadounidense de Pearl Harbor, algunos barcos de las tropas del Eje habían quedado estacionados de manera ilegal en aguas pertenecientes al gobierno mexicano, por lo que México, ya bajo la presidencia de Manuel Ávila Camacho, decidió incautar dichos barcos para hacer frente a la amenaza a la soberanía nacional que su presencia representaba (AGN, 2022). En represalia, Alemania decidió hundir con dos ataques sucesivos por medio de torpedos (ib.) en el golfo de México los barcos petroleros mexicanos Potrero del Llano, el 13 de mayo de 1942, y Faja de Oro una semana después, el 20 de mayo (Checa Richards, s. f.: 3). Llegado este punto de tensión, el presidente Ávila Camacho finalmente envió un decreto donde se solicitaba al Congreso de la Unión aprobar la declaración de estado de guerra contra Alemania, Italia y Japón, y el Congreso aprobó el decreto por unanimidad el 28 de mayo, donde se declaraba retroactivamente que México estaba en guerra contra el Eje desde el 22 de mayo (AGN, 2022).
La entrada de esta manera de México en la Segunda Guerra Mundial no fue inicialmente bien vista por los ciudadanos mexicanos, de los que cerca del 60% dijo oponerse a la participación de México en el conflicto en un sondeo publicado por un semanario de la época (Plasencia de la Parra, 2003: 1027-1028). Una de las razones por las que se rechazaba la intervención mexicana era la teoría conspirativa de que los dos barcos petroleros mexicanos no habían sido hundidos por Alemania, sino por Estados Unidos, con tal de forzar a México a salir de su neutralidad y poder así establecer una colaboración más productiva para hacer frente a la guerra (ib.). Sin embargo, las campañas publicitarias de productos estadounidenses que llevaban apenas unos cuantos años vendiéndose en México, como el refresco Coca-Cola y la pasta de dientes Colgate, en las que se reafirmaban valores, como la libertad y la democracia (ib.), que eran defendidos por los países de la Alianza formada por países como Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Soviética y China, contribuyó a que la percepción de los mexicanos de la participación de México en la guerra dentro del bando de la Alianza se volviera más positiva. Así, sólo un año después de que México se declarara en guerra, se publicó otra encuesta en la que el 81% de los ciudadanos dijo aprobar su participación (op. cit.: 1028-1029).
Como consecuencia de la estrategia de Estados Unidos para participar en la guerra, se fortaleció la cooperación militar y económica entre México y Estados Unidos. Por ejemplo, ya que un número importante de hombres estadounidenses fueron enlistados para participar en combate en Europa y otras partes del mundo, la demanda de mano de obra para tareas agrícolas e industriales en Estados Unidos llevó a que se creara en 1942 el programa bracero que facilitaba la regularización de la contratación de mexicanos en el campo laboral estadounidense al garantizarles transporte, hospedaje, alimentos, servicios de salud gratuitos y que no sufrirían discriminación (Checa Richards, s. f.: 9-10). De la misma manera, México incrementó su exportación de materias primas a Estados Unidos para la fabricación de armamento, lo que a su vez permitió el crecimiento económico mexicano (op. cit.: 4-5).
Aunque inicialmente, después de la publicación del decreto de declaración de guerra contra Alemania y los otros países del Eje, el gobierno mexicano dijo que su participación militar en la guerra sería sólo con fines defensivos, sólo tres meses después de la declaración de guerra, en agosto de 1942, el servicio militar se declaró obligatorio en el país, lo que abría la posibilidad de que los jóvenes que lo cumplieran fueran convocados en batalla en distintos puntos del conflicto (Plasencia de la Parra, 2003: 1028). A la larga, la participación activa de México en la Segunda Guerra fue sólo por medio de la Fuera Aérea Expedicionaria Mexicana, conocida como el Escuadrón 201, que, después de haber sido entrenada en Texas por el ejército estadounidense (Checa Richards, s. f.: 6), se trasladó a Filipinas para combatir a las fuerzas japonesas un mes después de la rendición de Alemania en mayo de 1945 (op. cit.: 17). En agosto de 1945, el mismo mes en el que Estados Unidos arrojó las bombas atómicas sobre Japón para forzar la rendición japonesa que dio fin a la Segunda Guerra Mundial, el Escuadrón 201 regresó a México (op. cit.: 6).
Como se ve, aunque la participación de México en operaciones militares fuera de su territorio ha sido históricamente escasa gracias a una política general de neutralidad en conflictos internacionales, la convergencia de circunstancias que, en el caso de la Segunda Guerra Mundial, lo forzaron a definir una posición arrastró efectos políticos y sociales más significativos y profundos que el popular papel jugado por el Escuadrón 201, lo que, a la vez que sirvió para refrendar la vocación de defensa de la soberanía del país proclamada en el himno nacional mexicano, muestra algunas consecuencias insospechadas de la destrucción y la desestabilización de las campañas bélicas, sean quienes sean sus participantes.
Referencias
—Archivo General de la Nación (AGN). (2022, 1 de marzo). Conoce en el AGN el decreto con el cual México declaró la guerra a la alianza durante la II Guerra Mundial. Gobierno de México. https://www.gob.mx/agn/articulos/conoce-en-el-agn-el-decreto-con-el-cual-mexico-declaro-la-guerra-a-la-aalianza-del-eje-durante-la-ii-guerra-mundial?idiom=es
—Checa Richards, K. G. (s. f.). La participación de México en la Segunda Guerra Mundial. Programa Jóvenes Investigadores. https://drive.google.com/file/d/1BWvnXdPyqVHp-UP-e6vTxZ1N7sXJG4C9/view?usp=sharing
—Plasencia de la Parra, E. (2003). Las infanterías invisibles: mexicanos en la Segunda Guerra Mundial. Historia Mexicana, 52(4), 1021-1071. El Colegio de México. https://drive.google.com/file/d/1BbN_L0tp6e_-KczwXdOWcsAfeRIUrM5L/view?usp=sharing